Periplo por Grecia y Turquía

 

                     

Llegamos al aeropuerto de Atenas, alejado de la ciudad y desde el que es recomendable si te quieres ahorrar dinero coger el bus y no el metro. Allí me invadió el abrumador sentimiento de pisar la tierra de aquellos que fundaron la democracia, hoy tan alejada de esos inicios, de esos primeros galanteos con la libertad del individuo de elegir quién le gobierna. También lugar en el que se cimienta la filosofía occidental, la visión atomicista del mundo, y las primeras discusiones y diálogos sobre el ser y aquello que lo compone, la naturaleza y su más profunda esencia, aquella invisible así como la perceptible. Pero para todo ello era mejor mantener los ojos cerrados, porque vista Atenas actualmente desde lo más alto, como es la acrópolis o desde el suelo, es dolorosamente gris, sucia, recubierta de una nube ocre y nada recuerda a lo que fue en su día, en la época preclásica y clásica. Dan ganas de marcharse al día siguiente y si hubiera sido por mí no permanecer ni un día, mi compañero muy a mi pesar no pensaba lo mismo. Creo que fue en aquel momento que se agrio la relación, pasando a una disputa continua de que senderos tomar en esta pequeña odisea que ahora pasaré a relatar. Será que ambientes tan decadentes me ponen de mal humor y verme encerrada en esa ciudad me disgusto todavía más.

 

                  

Fue en el templo de Zeus donde pude empezar a ver la grandiosidad de lo que fue, pese a lo derruido conservaba esa sacralidad que  quisieron los griegos transmitir. Ese Zeus inquieto que sonrojaría al mayor de los don Juanes de ahora, venido de las estepas y no representativo de las primigenias creencias desarrolladas en la hélade, procedentes de tierras seguramente cretenses. Durante esos primeros días conocimos gente de los hostales, dos de ellos colombianos que se dedicaban a recorrer toda Europa o aquello que pudieran durante un mes sin detenerse demasiado en lugares concretos. Quién me diría a mí que mi viaje poco después se transformaría en eso, en correr de un lugar a otro sin poder visitar los sitios que más me interesaban. Obviamente lo lamenté mucho, y poco a poco lo fui asumiendo. Un viaje es un reflejo de nuestras vidas, de cómo las vivimos; y bueno, mi caos, desorganización, y mi tendencia a hacerme ilusiones y mitificar, pude ver como se magnificaba durante éste, dándome cuenta de lo pernicioso que es eso de vivir de ilusiones. Como la misma acrópolis, uno se acostumbra a verla en las fotos llena de armonía, capaz de transportarte al pasado. Muy lejos de eso, lo único que ves es unas ruinas rodeadas de andamios y con unas vistas encumbradas por una niebla mortecina. Allí también era recomendable cerrar los ojos, yo en cambio me dediqué a fotografiar los numerosos perros que por ahí pululaban felizmente.

 

                              

Marchamos hacia Tesalónika al cuarto día, confiando en que en el norte hallaría algo mucho más verde y vivo, optando por el momento no ir a Turquía, decisión que en determinado momento volvió a torcer su rumbo, deparándonos allí lo mejor del viaje. Si Atenas era gris y plena de asfalto, Tesalónika la superaba con creces, la contaminación casi podía respirarse debido a las cercanas fábricas, estaba horriblemente descuidada y hasta las ruinas tenían basura. Al poco rato, y por primera vez de acuerdo, decidimos no quedarnos ni una noche en tal ciudad. Antes de marchar con el barco hacia Chios, visitamos el puerto, para ver así una parte de la bahía con su famosa torre blanca, que como no, no era de tal color. Tuvimos la oportunidad de contemplar el puerto marítimo en el cual parece acumularse toda la basura del mediterráneo, de aguas tan oscuras y sucias que los peces parecían querer tomar aire de la superficie, diría que esa era su intención. Hice fotos y os lo demostraría, pero son parte de las que se borraron, junto con las de Delfos, Éfeso y Mitilini. Numerosas botellas de plástico flotaban acompañando una barca de madera abandonada que le daba algo de belleza a esas aguas.

 

 

                    Tomamos el barco rumbo Chios, viaje en principio de 16 horas, que como tantos otros se torció, esta vez por culpa nuestra al estar Uriol dormido y yo en un estado de vigilia cuando el barco llego a la isla. Terminamos en la isla próxima, Lesvos o Mitilini. Digo como tantos otros porque al igual que nos quedamos sin ver el Peloponeso más que a lo lejos, sin visitar Santorini (Thera) y su famosa caldera volcánica, así como sus restos minoicos, dado que el barco se averió. Tampoco pudimos ver tracia, sus lagos y montañas, ya que apenas había alojamientos, y todos ellos caros por lo que nos dijeron. Llegamos a Mitilini cansados, tras haber pasado siete largas horas esperando en una estación de tren, durmiendo en éste y sus duros asientos, caminando cargados con las maletas por tesalóniki y finalmente durmiendo en un barco, en principio más acogedor y cómodo que el tren originalmente grafitteado. Bueno, pudimos disfrutar de contemplar desde él una tormenta sobre la ciudad que dejamos, con nubes que parecían pinturas de un cuadro romántico tachonando lejanas montañas, sin darnos cuenta que nos llovían cenizas de la chimenea del barco, ejem. Creo que pocas veces había echado tanto en falta una ducha, fuera esta un cubo de agua fría o a la turca, esto es, sin cortinas ni rebordes en el suelo. Las gaviotas nos acompañaban mientras zarpábamos, era entretenido verlas sobrevolar el mar y acercarse sin temor.

 

                     Lesvos era una mezcla entre Grecia y Turquía, sus gentes son muy hospitalarias y te abren la puerta al continente vecino que nosotros en poco tiempo conoceríamos. Su castillo próximo al mar, aunque derruido conquistaba la vista, sus colores contrastaban con el turquesa de unas aguas que me recordaron la majestuosidad del mediterráneo cuando el hombre no ha dejado su huella. La dueña del hostal nos ayudo a orientarnos, era una señora muy amable que pasaba el día cuidando de la casa y el jardín. Decidimos aprovechar el poco tiempo del que disponíamos para ver más de cerca las ruinas del castillo y el teatro romano. No fue muy buena idea, nos pilló la lluvia y no parecía dispuesta a amainar, al contrario, parecía ir arreciando cada vez con mayor intensidad y los pinos eran una pobre protección. Unos del pueblo nos abrieron la puerta de su casa para que nos pudiéramos refugiar. Aun sin entendernos demasiado, no pudimos más que agradecerles su amabilidad, que iba a ser la primera de las sorprendentes costumbres que iríamos vislumbrando en estas tierras. Siempre he valorado la confianza, ojala abundaran más las personas sin temor a quiénes desconocen.

 

                    Embarcamos a la mañana siguiente rumbo Dikili, pueblo costero turco desde que era fácil dirigirse a Izmir y posteriormente a Selçuk, sin ser necesario pasearse por la austera Izmir. Hubiera querido aprovechar para visitar Pérgamo (Bergama), una de las ruinas más famosas de Asia menor, y pueblos costeros más conservados, pero el tiempo como siempre corría en contra nuestra, o más bien no supimos tomárnoslo con más calma, aunque si hubiera sido por mí nos hubiéramos arriesgado. Tomamos un dolmuç (bus-taxi propio de turquía) que parecía esperarnos, cualquiera diría que lleváramos un cartel colgado preguntando por Selçuk. Los turcos desde el primer día tan atentos. Arribamos al fin a Éfeso, allí donde por fin encontraríamos la tranquilidad y mejor compañía, un remanso de paz rodeado de olivares y pinares. Parte de esa agradable compañía fue un gatito del que no me separaba cuando estaba en el hostal, confiado, juguetón y cariñoso, un día se dedicó a relamerme al cara como si fuera su madre. Éfeso es tierra y altar de mi diosa favorita desde muy niña, Artemisa, Potnia Theron, o lo que es lo mismo, señora de las bestias y de los bosques. Es más recordada como diosa de la caza y una de las caras de la luna, pues aparece en la memoria de la mayoría con su otro nombre, Diana, armada con su arco, un carcaj y vestida de cazadora. Pero la diosa primitiva no era así, era similar a Cibeles, diosa frigia, rodeada de animales salvajes, leones y aves entre muchos otros, representación de la Madre Tierra, y por ello numerosas veces confundidas, siendo  madre e hija para los griegos y romanos, como si una heredara el trono de la otra. No hay que olvidar que Rhea/Cibeles, también usurpo el lugar de Gea/Gaia. Hoy en Éfeso a quién se adora y venera en la actualidad es a la Virgen María, que curiosamente conserva muchos atributos de Artemisa, y no casualmente, pues si en Anatolia costó instaurar las nuevas creencias es porque el culto a la Diosa Madre estaba demasiado arraigado, y que mejor solución que colocar a la Virgen cristiana. Basta deciros que se dice que allí murió María, yo sospecho que eso es una falacia y puro sincretismo. El hostal estaba a las afueras de Selçuk y por ello se podía disfrutar de la compañía de numerosos perros y gatos, y de una suculenta comida hecha con alimentos cosechados en las proximidades. Las ruinas de Éfeso están asombrosamente bien conservadas, se podría decir que el viaje en sí valía la pena sólo por ese traslado al pasado que suponen, rodeadas de montañas que te enamoraban aun más del lugar. Ya no hay ninguna señal del río que inspiró a Heráclito y pese que antiguamente diera al mar, con su propio puerto y dos agoras, los sedimentos en colaboración con la mano humana han hecho retroceder kilómetros las aguas del Egeo. Imagino que en cuanto paisaje es muy distinto a como fue, sin embargo al naturaleza está en continua transformación y cambio, sin necesitar siempre de la ayuda del hombre, éste sencillamente acelera los cambios. Por último, otra cosa que me llamó la atención de Éfeso fueron sus estatuas, todas mujeres y musas, sobre todo frente la biblioteca de Celso. Curioso; o no.

 

                    Nos ofrecieron visitar Pamukkale y si nos veíamos con tiempo la capadoccia, pero por desgracia ese viaje no pudo realizarse, de nuevo el tiempo no era suficiente para verla en profundidad y era un gasto de dinero demasiado desorbitado para estar tan solo un día. Es uno de los lugares que tengo pendientes cuando regrese a Turquía. A Pamukkale sí que fuimos, y todavía me estoy arrepintiendo. Uno más de los paisajes únicos que ha sido degradado y destruido por hoteles y una mala gestión, con un total descuido de aquello que se debía preservar por sí mismo, o en todo caso en idioma monetario y de homo economicus, si se pretendía atraer divisas extranjeras. Menos mal que los turcos han sabido actuar a tiempo, demoliendo la mayor parte de los hoteles y prohibiendo el paso por muchas zonas. Sin embargo, el encanto no lo ha recuperado. Supongo que habrá que esperar unas décadas para que recupere su antigua belleza. Regresamos a Selçuk y aprovechamos para visitar la cueva de la virgen, 7 km a pie, para ver si quedaba algo del ancestral culto, cosa que no fue, encima te cobraban por la entrada. Al menos el recinto estaba muy cuidado en cuanto vegetación y el aire tenía ese agradable perfume a tierra húmeda; soy así de rara y todo lo que es verde me calma y le doy preponderancia por muchos del Opus dei que por allí pasearan. Por la tarde de ese mismo día visitamos el pueblo griego de Syringe, recordatorio de cuando griegos y turcos no tenían tantos problemas para compartir el territorio. Era una villa preciosa, de casas blancas, y caminos de piedra con mujeres ancianas que vendían aquello que ellas mismas elaboraban. Conservaba un encanto que da lástima que algún día por el exceso de turismo se pueda perder. O quizá no, me recordó a Valldemossa en la Tramuntana de Mallorca, que pese al turismo conserva muchas de sus costumbres con un crecimiento de la urbe muy controlado. Fue el primer lugar en el que me paré a comprar regalos.

 

                     Finalmente tomamos rumbo a Estambul. No siento normalmente especial interés por las ciudades, las prefiero como lugares de paso, sin embargo Estambul tiene algo que te hace verla distinta al resto. Creo, y diría que sin lugar a demasiadas dudas, es su historia. Ciudad de encuentro durante siglos entre Oriente y Occidente, de comercio bien entendido e intercambio de saberes, religiones y culturas. Apenas bastaba dar unos pasos para ver todos o casi todos sus monumentos, haciéndose el transporte público innecesario salvo para la torre Gálata, al estar al final de una calle muy empinada, más de lo que lo estaban un gran número. Sí, era algo que caracterizaba esta gran ciudad que alberga más de 20 millones de habitantes, cuestas y bajadas pronunciadas, como si la tierra allí debajo estuviera viva. Al fin y al cabo es una ciudad que ha tenido que soportar numerosos seísmos desde sus más lejanos orígenes, como toda la península de Anatolia. Baste deciros que como explica el National Gerographic de este mes, la Cappadocia está hecha de materiales volcánicos como la toba, expulsados durante miles de años, moldeados y esculpidos por las corrientes de agua y la consiguiente erosión, conformando un paisaje único. Toda la tierra emergida del planeta es de origen volcánico, pero no todos los lugares son igual de activos, y lo más cercano a Europa en cuanto a actividad geológica palpable, al enfrentarse tres placas, es Turquía, donde la madre tierra duerme y despierta con recurrencia.

 

              Turquía es el único país de mayoría musulmana, que debido seguramente a su laicidad permite entrar a las mujeres en las mezquitas. Por supuesto no desaproveché la ocasión. Entramos únicamente en la mezquita azul, y si hubiera sido por mí hubiera visitado alguna más. Son emplazamientos religiosos impresionantes, y así como iglesias y catedrales en mí despiertan un vago interés, las mezquitas tienen un atractivo especial. Creo que es porque no hay representaciones humanas, todo es arte arabesco, con formas vegetales, símbolos y suras del Corán en alfabeto árabe.

 

                  Nos venden la imagen de que todos los países musulmanes son como los de la mayor parte del norte de África, y península arábiga, que marginan hasta el extremo a la mujer. Eso está muy lejos de la realidad, cada país es fruto de su historia y los musulmanes se asentaban sobre culturas anteriores, y si queréis cabrear a un turco o un iraní, llamarle árabe. Sus gentes, quitando excepciones, son la mar de hospitalarias y tratan incluso mejor a las mujeres que a los hombres extranjeros; la cordialidad es su principal norma de conducta, dispuestos a ayudarte en muchas circunstancias. Tengo incluso algunas anécdotas divertidas, como un día que me cayó un racimo de uvas por la calle y un conductor se detuvo ofreciéndome el suyo. Quedé alucinada, estuvo tanto rato con el racimo en la mano que decidí aceptarlo. Será que tengo pinta de mendiga, no sé, porque al día siguiente un vendedor de churros que no entendía el inglés, cuando le pregunté de comprar uno de sus churros, al no comprenderme se acerco a mí cuando me alejé y me regalo medio. Increíble. Como siempre los más pobres y necesitados, son los más dispuestos a ser generosos. La pobreza se percibe en sus calles al pasearte y ver niños vendiendo lo que sea con tal de ayudar mínimamente en la economía de sus familias, cuando tendrían que estar estudiando o en el colegio, o sencillamente jugando. Había ancianos también buscándose la vida en las calles, ofreciendo cualquier producto imaginable. En Estambul puedes a cualquier hora del día comprar lo que sea, encuadernar, plastificar lo que necesites o bien tomarte un platos de pescado frito a las tantas de la madrugada. No parece existir el horario de cierre y descanso, las tiendas y los puestos ambulantes están a cualquier hora a disposición de los clientes y la vida en las calles bulle a todas horas. Será que la televisión y la vida cerrada en el hogar típica de occidente no logra conquistar a los musulmanes, pues por lo que me han dicho ocurre igual en otras ciudades como El Cairo y Marrakesh.

 

                 De Estambul no recomiendo visitar el palacio de Tokhapi, tanta ostentosidad dañaba la vista. Jamás pensé poder ver tantos tesoros y joyas juntos, sillones de oro macizo y alfombras con incrustaciones. Los sultanes no reparaban en gastos expoliando a su propio pueblo y vecinos. Mustafa Kemal, más conocido como Atatürk depuso toda esa fuerza y poder, y por eso es muy querido por casi todos los turcos. Sin embargo no hay que olvidar que así como hizo cosas positivas, como devolver los derechos a la mujer, defender la cultura y alfabetización de la población, permitir la libertad de culto, y traer la democracia a los suyos, así mismo también hizo matar a mucha gente durante su gobierno. Nosotros decidimos denominarle para no molestar a ningún turco, pues está penado meterse con él, y seguro que así no lo pillarían, Fragadzilla, jejeje. Estaba por todas las calles su imagen, fuera una foto, dibujo o escultura, era como tener detrás unos ojos continuamente observándote. Omnipresente, no me extrañaría que si desaparece la civilización, crean los del futuro que allí fuera considerado un dios.  

                   Después de tantos días deseaba regresar a mi isla, tenía nostalgia pues me parecía llevar mucho más tiempo fuera del que realmente era. Aunque al final el viaje había mejorado bastante y mi compañero y yo nos entendíamos un poco más o al menos discutíamos con menos frecuencia, la morriña siempre está ahí. También tenía muchas ganas de hablar (o como se dice en mi tierra, molta xerrera), el inglés nunca se me ha dado bien, debo mejorarlo y pulirlo bastante, con lo que apenas podía mantener algo parecido a una conversación. Baste decir que de camino al aeropuerto de Barcelona, conversé con tres personas, dos de ellas completamente desconocidas, jejeje.

 

                De esta odisea he aprendido más que disfrutado, para próximos viajes. Encantada volvería a Turquía, a Grecia no tanto, sólo si pudiera disponer de transporte propio y así ver más rincones. Si se depende del transporte público es casi imposible conocerla, eso sin contar que es caro y con horarios pésimos. Ahora, a ahorrar para el próximo viaje!

 

Esta entrada fue publicada en Sin categoría. Guarda el enlace permanente.

11 respuestas a Periplo por Grecia y Turquía

  1. Schtroumpf Grognon dijo:

    ¡Y no visitaste Santa Sofía!?!?!Habría que colgarte por ello. :PMuy interesante el relato de tu viaje. Me ha servido de mucho. Es mucho mejor que leer libros de viajes soltando topicazos y ocultando lo desagradable. Por ejemplo, sí que sabía que Atenas es una de las ciudades más contaminadas de Europa. De Tesalónica era de suponer, es el corazón industrial de Grecia.De todas formas, influye mucho cual sea tu estado de ánimo, para poder apreciar la belleza de un lugar. Incluso una calle sucia y miserable puede tener su encanto.El próximo viaje seguro que te lo montas mejor.Gracias por compartirlo.Un detalle: Cuida tu puntuación. A veces es un poco farragoso leerte, poniendo comas al alimón.

  2. Li dijo:

    Uf por Dios. Yo aquí medio muerta y leyendo tu diario de viaje. jeje
    Grecia es particular. Dicen que decepciona a todo aquel que lleva una idea precondebida de lo que espera encontrar. Debe de ser muy distinta a como uno se la imagina. Aun así dicen que las islas griegas son una maravilla.
    A Turquía y concretamente a Estambul he estado a punto de irme varias veces, pero siempre me he decantado por otros destinos, fundamentalmente porque a mis acompañantes no les hacía mucha gracia esto de convivir con musulmanes.
    Ya te pediré consejillos de que ver y que no ver si me decido a ir para allá. Siempre hay unas ofertan tan buenas que creo que no tardaré en darme un escapada. En cuanto me subsane de Perú y de Argentina miraré cosillas. jeje.
    Un besito fea. Nos vemos mañana.
    P.D. Los apuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuntes!!

  3. Helena dijo:

    Mendiguiño yo también sabía de su contaminación y me habían recomendado estar únicamente de paso, y por mí eso hubiera hecho. No sé, en mi caso llego a ser peor de lo imaginado, quizá estuviera un tanto apática esos días. Desde fuera no es para tanto Aya Sofía, no me apeteció entrar pensando que sería tal como sale en los documentales. Arderé en el infierno, lo sé. He revisado el texto y he procurado quitarle parte de la farragosidad. Reconozco que no soy muy buena con los signos de puntuación. Salud!
     
    Olivia si es que ya me la esperaba con muy poco encanto, estaba sobreavisada. Buaaa, que envidia, yo también quisiera ir a Perú. Es uno de los países que tengo más interés por visitar. Aunque más bien diría que todos aquellos situados al norte de sudamérica, afectados por los Andes, el clima intertropical y ese magnífico río que les recorre. Agua, vegetación y montañas, el paraíso. Ya me contarás que tal el Amazonas mientras me reconcome la envidia. Salud y besos!
    P.D.: Lo sientoooo.

  4. beatriz dijo:

    Se nota que te ha gustado Turquia!!..tengo una amiga que ha ido este verano y por las fotos nos ha dado a todas mucha envidia (sobre todo porque su hermana la invito al viaje y a ella le salio gratis…¡todas queriamos adopatar a su hermana! 😛 ). Asi que me lo apunto como viaje de celebracion para cuando apruebe las opos …
     
    Lo que me extraña es que no te hallas traido un gatin ( o dos) como recuerdo de tus viajes, porque se ve que te encariñaste con mas de uno…( mi amiga cristina no se trajo uno de Mallorca de milagro…)
     
    Por cierto, muy bien redactado el texto, ha sido muy divertido leerte
     
     
     
     

  5. María José dijo:

    Yo he estado en ambos países. Si bien me enamoré de Turquía (tengo que volver algún día porque se quedó allí un cachito de mi corazón), Grecia, con todo lo fea y sucia que es, me conmovió de alguna forma. Recuerdo subir a la Acrópolis con todos mis compañeros (viaje de fin de curso) por la noche: el Partenón iluminado como un pedazo de luna, las luces de Atenas como un mar a nuestros pies y el monumento a Filopapo emergiendo del bosque de pinos que rodeaba el monte. Creo que su decadencia me enterneció, porque ocultaba cierta belleza extraña.
     
    Ajiem… Bueno, lo que intentaba decir, es que has hecho un viaje a dos sitios geniales. Tienes mucha suerte y espero que aún te queden muchos más caminos por recorrer.

  6. Helena dijo:

    Beatriz me encantaría dedicarme a adoptar todos los animales que encuentro pero ni mi madre, ni mi presupuesto me lo permitirían, ejjeje. A Atenas la llamaría la ciudad de los perros, en las calles casi cada puesto tenía un can enorme y de cara bondadosa, semejaban medio lobos. Asi como a Estambul, la ciudad de los gatos, mucho más sigilosos en lso monumentos y basuras. No he escrito muchas cosas más para no extenderme y terminar aburriendo. Por ejemplo pueño añadir que podeís cambiar radicalmente esa imagen de mujeres con velo y de poca presencia, porque eso en turquia y más en Estambul es increíblemente variopinto. Hay desde la mujer policia y de pelo teñido de rubio (a decir verdad el pelo natural brilla tanto por su ausencia como en España) a la señora con burka o la mitad del rostro tapado y de atuendo negro azabache. No solo por eso sino por muchas cosas más considero que Turquía debería formar parte de la UE, se ha europeizado bastante para bien o para mal. Además tiene el mérito de que la mayor parte de su producción, desde el sector textil hasta el agrario es del propio país, conservando su autarquía, cosa que espero que no pierda. El problema es que está como España hace 40 años, cuando los agricultores faltos de suficientes ganancias para subsistir, migran a las grandes ciudades, y es por eso que sufren estas últimas de una población creciente. En consecuencia aumentan los suburbios, sin agua potable y electricidad, con gentes dispuestas a trabajar por apenas nada. No sé, que se abandone el campo es algo que a mí al emnso me resulta preocupante, en cualquier país. Gracias, me siento muy halagada, no hay nada como hacer reír.
     
    Mariajose, reconozco que quizá haya sido un poco cruel con Grecia, y peque de exageración, uno no puede evitar ser en gran medida subjetivo. Podría decir por ejemplo que pese que la Acrópolis no sea como uno pueda imaginar, subir a ella por el lado del pueblo antiguo de casas blancas es muy agradable, y te hace sentir insignificante mirar desde allí a la gran ciudad, aunque el impacto apra la vista no sea para mi gusto muy positivo. También el ágora aun estando casi totalmente en ruinas tiene su encanto y el templo de Hefestos (el que aparece en al foto), que se halla al final, llama la atención desde el principio por su buen estado de conservación. No puedo evitar que me desagrade el exagerado impacto del ser humano sobre el paisaje, sin embargo me alegra que tu vieras una belleza extraña, mi punto de vista no tiene porque ser el correcto y los gustos menos mal que son variados.
    P.D: Curiosidad ¿Quién eres? ¿te conozco? Si no es así, encantada, siempre es un placer que me lea alguien nuevo y deje su huella.

  7. Helena dijo:

    Vaaaale, ya se quién eres. Un placer leerte y volver a verte por aquí, me alegra que no hayas desaparecido del todo. Salud y vida!

  8. Uturunka dijo:

    Hola Helena, a mí también me desilusionó mucho Atenas cuando estuve allí por primera vez, aunque me divertí mucho las veces que estuve en Grecia y Estambul me impresionó muy gratamente. Son dos países a los que volvería encantada de la vida aunque cada vez viajo menos fuera de España, no sé, ya no me entusiasma como hace algunos años. Es una gran experiencia el conocer otros paisajes y otras culturas, una renovación mental. Un gran abrazo. 

  9. María José dijo:

    Ah, muy fácil, soy Belsan Empress, pero como han borrado mi space por supuestas indecencias (XD) ya no aparezco en el perfil. Puedes encontrarme en http://laemperatrizdebelsan.bitacoras.com/. Hasta entonces.
     
    Salud!

  10. no es lo que esperaba que iluso fui siempre pensé que esas fotos tan hermosas y hoy se que no es asi, pero!! solo me que queda usar mi Imaginación, gracias!! tu viaje y tu Experiencia fue compartida eres especial no hay duda y me apena que tu viaje no fuera como lo soñaste pero de todas forma se que te gusto pisaste donde muy pocos hombres han pisado

  11. Rafa Mar dijo:

    Gracias, a medida que iba leyendo es como si estuviera viajando…
    Que pena lo de Grecia, lo que ha significado esta cultura y lo que es actualmente… un triste contraste. Ellos que dominaron el mediterráneo y fueron un avance en todos los sentidos. Que pena no haber evolucionado según la filosofía griega, la de los clásicos como bien citas, la del amor, así como se dice que Roma fue el imperio de lo terrenal de Grecia se dice que fue el de lo espiritual….

    Turquía, la otra cara de la moneda, me gusta como describes tus vivencias de este maravilloso país y sus gentes. Todas las personas que han pasado por ahí hablan maravillas del lugar.

    Grecia me fascina la clásica y nunca he tenido un especial interés en ir a este país, aunque algunas personas me han hablado maravillas pero de las islas griegas, no de la península.
    Turquía si que es un destino que siempre me ha atraído.

    Gracias de nuevo por este maravilloso viaje.

Deja un comentario